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domenica 3 giugno 2012

Adriana

Grazie Claudia per ricordare le amiche che sono emigrate.
Cui envio un piccolo brano in spagnolo  della storia che ho scritto  dei miei genitori , voglio fargli un piccolo  omaggio al primo emigrato della famiglia arrivato in Argentina, cioè mio padre nel 1949.
Le ragione della emigrazione sono diverse,  ogni emigrato ne ha la Sua.
 

AÑO -l949

En algún lugar del Océano Atlántico.......................

 

El mar no cesaba de rugir, las olas embravecidas mojaban la cubierta del barco, la noche caía en medio del océano y la Fhilippa mantenia su rumbo fijo hacia un pais de América del Sud, mas precisamente Argentina, país generoso y dispuesto a recoger por motivos humanitarios u de otra indole a quienes lo necesitaran.

Mediaba el año l949, a bordo de la nave se encontraba una muchedumbre de hombres que el gobierno de la Monarquia, la República o algun dictador consideraron de segunda. Algunos emigraban por borrar las huellas de la guerra, otros por falta de trabajo, en esa nave ninguno lo hacia por placer, probablemente eran una mayoria de los más perjudicados por la consecuencia que dejo segunda guerra mundial.

A Attilio se le modificaba una vez más la vida. Se debatía entre la incertidumbre por su futuro y la certidumbre drástica de la decisión propia de estar navegando rumbo a un soñado e ignoto país donde no le recordase el estruendo de las bombas. Y si,  la guerra habia concluido, habian transcurrido cuatro largos años de finalizado el conflicto, pero el no creia en nadie, creia en sus recuerdos, y sus recuerdos no eran buenos.

El océano Atlántico con su verde oscuro se le ofrecia como un bálsamo, inhalaba profundamente el intenso olor que emanaba del mar, sentia revivir su cuerpo, aún fuerte por la juventud de sus años, pese a los sufrimientos que ya había sido sometido.

Desde la cubierta, observaba continuamente el horizonte,, hasta donde el mar se unía con el cielo a la espera de divisar el Puerto de Buenos Aires, o giraba ciento ochenta grados para imaginar la familia dejada en Italia, el Océano era tan inmenso como lo era su tristeza.

A veces, a lo lejos las olas encrespadas y espumosas se homogenizaban dejando una estela blanca, entonces creía divisar la estepa congelada de Rusia, alli  sobre la orilla del rio Don donde habia combatido.

Otras veces, cuando sus ojos se cansaban de mirar y el cuerpo se rendia, su mirada se fusionaba con esas olas y creía ver las montañas de las Dolomitas con sus cumbres nevadas, esas montañas donde había nacido, el Col di Frena. A veces todo era muy irreal y solo reaccionaba cuando escuchaba las risotadas o llantos de la tripulación de La Philippa.

Su cuerpo ya se había acostumbrado a tener un destino incierto, los años vividos en la guerra lo habían curtido, le enseñaron el desafío que comporta el peligro a lo desconocido y eran pocas las cosas que no era capaz de emprender, la unica diferencia era que esta vez, solo èl elegia como vivir.

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